lunes, 4 de julio de 2011

Un ratón conoce a un gato vegetariano


Lo recuerdo bien, descubrí a Murakami en primavera de 2006, nunca había escuchado nada de él pero seguí los consejos de G que me dijo: “Lee Tokio Blues: Norwegian Wood de un escritor japonés que se llama Murakami” y lo leí en mis siguientes vacaciones de semana santa en la playa. A lo mejor tuvo que ver el escenario de total calma en el que lo leí y que pude dedicarle todo el tiempo a leer y nada más (no soy la más feliz dentro del agua, así que prefería estar afuera). Y así me enamoré de Murakami, de su forma de contar historias, del ambiente de casual y romántica melancolía y de Japón.

Después leí todo lo que iba encontrando de él (el idioma va según como lo leí), seguí con la Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo, Sputnik Mi Amor, Kafka on the Shore, A Wild Sheep Chase, After Dark, What I Talk When I talk About Running, Hard Boiled Wonderland and The End of The World, y finalmente a finales de 2009 Dance, Dance, Dance. Hasta que me cansé, el mundo de Murakami se fue convirtiendo cada vez más en un surrealismo más complejo, por no decir más chorero. Finalmente lo que tenía Norwegian Wood, es que es una historia con la que te puedes identificar y podría pasarle a cualquiera, por más que quisieras llamarle a Salvador Dalí para que lo pudiera poner en imágenes.

Ahora bien, dejando atrás mis impresiones personales y mi historia personal con Murakami, vayamos a 1Q84. Se trata de dos personas, obviamente un chico y una chica, que se están buscando el uno al otro, obviamente sin saberlo, a través de sus pensamientos, sus recuerdos y experiencias, las cuales incluyen asesinatos, sectas religiosas, familias disfuncionales y los recuerdos de un amor de la infancia. Los dos están por cumplir 30 años, esa edad en la que se supone que te empiezas a convertir oficialmente en adulto. Tengo (sí, se llama Tengo, lo que hace un poco extraño leerlo, o al menos para mí) es un ex niño genio para los números, convertido en profesor de matemáticas y escritor frustrado, o no frustrado pero no le ha ido muy bien. Aomame, una solitaria y flaca asesina en serie encargada de aniquilar con una técnica que solo ella sabe usar, a hombres que le han puesto el cuerno o maltratado a alguien, o algo así.

Como es de esperarse a lo largo de la novela te vas encontrando con historias separadas narradas por cada uno de los dos que se van entrelazando poco a poco. Murakami dice que la referencia que hace Orwell no es la de tratar de describir el futuro cercano como lo hace en 1984, si no más bien el pasado cercano, en como un evento pasado puede alterar la realidad y de pronto empiezas a vivir en una realidad paralela (digamos la B) la cual se convierte en el “¿cómo sería 1984 si no hubiera pasado x?”. Y así es como te empieza a enredar en sus fantasías entre los dos mundos.

En fin, sé porque lo sigo leyendo, tiene el don para casualmente hablar de un buen grupo, un buen libro y antojarte horriblemente cualquier cosa que se esté preparando de comer. De sacarte una sonrisa mientras lo estás leyendo. Es fácil de leer, es de esos libros de los que puedes sacar un sin fin de frases para recordar y reutilizar, sin embargo a mi en lo particular, este terminó por cansarme. No es un mal libro, para nada, pero yo sin duda sacaría unas tijeras y me pondría a recortarle un buen pedazo. (Y eso que todavía falta que salga el libro 3)

Ahora dejo algunas de las hojas que fui doblando.

Detenerse en un lugar, esperar a una presa, consumir su vida, morirse y disecarse.

Me muevo, luego existo.

Las matemáticas son como una corriente de agua. Existen diversas teorías complicadas, pero la lógica básica es muy sencilla. De igual modo que el agua fluye desde un lugar elevado hacia otro más bajo tomando la distancia más corta, solo hay una corriente matemática.

Quizá había asentido con la cabeza antes de colgar. Pero, por desgracia, en la mayoría de los casos el lenguaje corporal resultaba ineficaz a través del teléfono. No sé qué va a ocurrir en el futuro. En este mundo, el viento puede cambiar de rumbo de un momento a otro. De momento, el viento parecía soplar a su favor. Necesitaba estar siempre preparado. Como los huérfanos de las novelas de Dickens. No soy yo la que está enloqueciendo, es el mundo.

Personas que dominen la técnica de patear testículos como Aomame, seguro se pueden contar con los dedos de la mano.

Cuando huía al mundo de las fórmulas matemáticas, podía escapar de esa fastidiosa jaula que era la realidad.

El mundo avanza a su capricho a mis espaldas. Es como si estuviera jugando a que, en cuanto yo cierro los ojos, todo se mueve.

A veces, su mirada era más elocuente que sus palabras. Al menos transmitía frases más largas.

Porque, en ciertos casos, el tiempo es muy valioso. El simple hecho de llevar la cuenta tiene un significado importante.

Un día el futuro también se hace presente. Y pronto será pasado.

Fue Chéjov quien dijo:” un escritor no es quien resuelve problemas, sino quien los plantea”.

El tiempo transcurre de manera irregular.

Si tuvieran que aceptar el tiempo vivido de forma uniforme y secuencial, sus mentes no podrían soportarlo.

Tenía muchas preguntas, pero por más que las formulara no obtendría respuesta.

Por fin ha comenzado la hora de los fantasmas.

No es intuición, sino simple y modesta experiencia.

Tan solo es que camino alejándome de carreteras amplias.

El asunto no divertido pero, paradójicamente, un tanto gracioso.

Pero algo soñarás. No hay nadie que no sueñe. Con tus palabras ofenderías al señor Freud.

-¿Tiene usted miedo a morir?
- Comparado con el miedo que tengo a vivir siendo yo misma, no.

Pero esto no es una historia, sino el mundo real.

Sé que es agobiante, pero tendrá que esperar, siempre alerta.

El mundo se mueve más a base de trueques que de dinero.

Yo no vivo en un mundo de ficción. Éste es un mundo real, lleno de descosidos, inconsistencias y anticlímax.

Aquel era el lugar en el que debía perderse.

Si no lo entiendes sin que te lo explique, quiere decir que no lo entenderás por más que te lo explique.

Lo que la gente necesita es una historia hermosa y amena que les haga sentir que su existencia es, al menos, un poco relevante.

Nunca se sabe que va a ocurrir en esta vida incierta. Más vale ser previsor y siempre tener pijamas limpias.

Ella no respondía preguntas que no necesitaban respuesta.

Así era su naturaleza. Y lo comprobó. Fin. La demostración había terminado. Q.E.D.

Y como decía Antón Chéjov, cuando en una historia aparece una pistola, ésta debe ser disparada.

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