domingo, 29 de enero de 2012

La incómoda Zona de Confort



Ya estoy de regreso, aquí (y también aquí), aunque ya casi son dos semanas que regresé hasta ahora me vuelvo a sentir como local.

Me encantó poder ir a México en diciembre, más porque no me lo esperaba y tuve una de las mejores navidades desde hace varios años, con mi familia y con mis amigos. Todos estábamos dispersos, cada quien en su parte del mundo, y llegamos a encontrarnos por un par de horas, fue un muy buen año. Al menos para mi. Desayuné chilaquiles lo más que pude.

Lo que más miedo (por llamarlo de alguna manera) me daba de regresar era el invierno, no tanto por el frío si no por la falta de luz y sus días que se terminan antes de las cuatro de la tarde. No fue tan grave, además a partir de ahora cada día tenemos 3 minutos más de luz, ósea, todo solo puede mejorar.

No entiendo muy bien la forma en la que está organizado el programa aquí, ya que aunque se supone que tenemos un mes de “vacaciones”, en realidad lo que tienes que hacer es estudiar para tus exámenes finales de las materias que acabas de llegar y hacer tus ensayos, cosa que no hice en México, mis libros y apuntes solo fueron de paseo. Por lo tanto cuando regresé tenía un trabajo que entregar y un examen final y además de todo eso ya teníamos nuevas materias con sus tareas y toda la cosa. Los primeros días no logré hacer nada, al tercer día deshice mi maleta y al cuarto empecé a trabajar. Pero las primeras dos semanas estaban rodeadas de esa nube de estrés por estudiar y terminar los trabajos.

Finalmente el jueves terminó todo, regresé a mi cuarto como a las dos de la tarde, me preparé algo de comer, me puse la piyama, y me acosté a terminar de leer The Discomfort Zone, el libro autobiográfico de Jonathan Franzen que J me prestó mientras estuve en su casa en Londres. L tenía razón cuando le platiqué que lo estaba leyendo, el libro es cursi, pero ahora entiendo de donde salió toda esa sátira de The Corrections, y ahora hasta me gusta más.

En The Discomfrot Zone, Franzen describe su adolescencia en la cual (como la mayría) su único miedo era no pertenecer al grupo cool, o a mas bien ser de los no cool (sí a esos a los que les hacen el ahora famosos bullying). Lo que más me gustó es una parte en la que dice que la adolescencia se disfrutaría más si no fueras tan conciente de lo que estás haciendo o de lo que te está pasando, pero el problema es que lo eres y mucho. Quisieras pensar que todos esos “grandes” problemas por los que estás pasando, en realidad son insignificantes, y que la verdadera historia, tu verdadera historia a penas está por comenzar, lo mejor está por venir. Pero, ¿cuándo empieza?, lo único que es seguro es que al final todos nos morimos.


Yo no sé en que parte de mi historia vaya, ni que tan largo sea el capítulo en el que voy,  pero vaya que me está gustando. Fue un muy buen fin de semana, el viernes después de mi clase de las 9 de la mañana me fui con A a Londres, llegamos a la Whitechapel, después comimos una deliciosa comida en un lugar que se llama St. John (creo que eso fue lo mejor), y después de dos horas de saborear hasta la última cucharada de mousse de miel, nos fuimos a la otra galería. Tomamos una copa de vino, A se fue al ballet y yo fui con C a ver The Artist, a las 11:02 tomamos el tren de regreso a nuestro pueblo, en menos de una hora ya estábamos de regreso.

Sobre la zona de confort, es muy fácil quedarte atrapado, y lo pero es que ni siquiera estás cómodo ahí. Así me sentía los últimos días en HSBC, sin saber bien lo que quería. Yo ya empecé a moverme, regresé aquí y ya empiezo a trabajar en mi propuesta de tesis.


Les dejo un poco de las hojas que fui doblando mientras lo leía. 


You get a haircut
Ordinary people laugh
Do friends? No they don’t.

…I no longer felt like potential Social Death.

Centrally Located.

Kortenhof was the son of a lawyer, and he had a lawyery directness and a perpetual crocodile smile that make him fun company, if a little scary.

One continuous round of pleasure.

We were old enough not to be ashamed of playing like kids, young enough to still become engrossed with it.

It was just as Tolkien and C. S. Lewis had promised: there really was another world.

Unusual thing could happen when nobody was looking.

Adolescence is best enjoyed without self consciousness, but self consciousness, unfortunately, it its leading symptom.  Even when something important happens to you, even when your heart’s getting crushed or exalted, even when you’re absorbed in building the foundations of a personality, there comes this moments when you are aware that what’s happening is not the real story. Unless you actually die, the real story is sill ahead you.

But when does the real story start? …

The double bind, the problem of consciousness mixed with nothingness never goes away. You never stop waiting for the real story to start, because the only real story, in the end, is that you die.

But this time,  it will be written.

That’s the great thing about fog, you can see whatever you want.

And when the picture taking finally came to feel just too pointless, I took mental pictures.

lunes, 2 de enero de 2012

De aquí soy.

Y me encanta.