sábado, 28 de abril de 2012

Una hora de comida.



A y B no se conocían, o al menos eso creían. Quedaron de verse a las 2 de la tarde afuera de la parada del metro, era la hora de comida de B, A estaba sola de vacaciones así que no tenía problemas ni con la hora ni el lugar.

Cinco minutos antes de la hora acordada, A llegó a la estación, no estaba segura de donde quedarse, B podía salir de cualquier lado. Se recargó en un poste justo a la salida de las escaleras, sacó el libro que traía en su bolsa y se puso a “leer”, “leer” porqué cada dos palabras levantaba la mirada buscando a B, sin conocerlo. Pocos minutos después, salió B, justo enfrente de donde lo esperaba, estaba vestido con una chamarra de piel negra, era alto y flaco, muy alto (muy flaco). Eso le gustó a A, estaba más nerviosa de lo que esperaba.

Se saludaron como viejos conocidos que se encuentran casualmente y empezaron a caminar. A no sabía ni a dónde iba, seguía a B en cada vuelta a la derecha o sorpresivo cruce de calle, iban a comer hamburguesas, ese era el plan y era lo único que sabía. De pronto B se para enfrente de un local muy pequeño “Hamburguesas Donoso”, el lugar no tenía ni mesas para sentarse pero estaba lleno.

-“Estas son las mejores hamburguesas de la ciudad”, dijo B.

Y lo eran. Comer una hamburguesa  no es tarea fácil, y menos si lo haces parado. Además A se sentía extremadamente chica parada a lado de B. Mientras comían no platicaron mucho, a lo mejor del clima, museos a los que A había ido y cosas muy en general. Entonces A vio algo que trato de ignorar y se concentró en terminar la hamburguesa tratando de evitar llenarse los dedos de catsup.

Todavía quedaba tiempo para un café, así que caminaron al más cercano. A pidió un café cortado, B uno solo, o ¿fue al revés? El caso es que estaban ahí en el café casi vacío sentados con dos tazas en la mesa, como escena de Jarmush. Hablaron de películas, libros, conciertos, viajes, amores y desamores, una serie de aventuras que A empezó a contar emocionada como si platicara con un amigo de hace años. Se sentía algo, sorprendían una serie de coincidencias y similitudes. Donde B tenía un lunar A tenía una cicatriz. Contrastes, reseñas, como todo se ligaba. ¿Qué los había llevado a estar ahí?, era lo que permanecía un misterio. Hay gente que simplemente se tiene que conocer. Fueron solo 15 minutos los que estuvieron ahí sentados, pero parecieron tardes de plática. A veces los minutos transcurren de forma irregular.

El tiempo se acababa, se despidieron en la estación, A iba hacia un lado y B al lado opuesto. Esperando cada quien de un lado de la vía del metro se veían y despedían con la mano nuevamente, en eso llegó el vagón de A y B desapareció. Esa fue la última vez que se vieron, una hora, la hora de comida.

Lo que A y B no sabían es que este fue solo uno de los muchos encuentros que iban a llegar a tener. No hay manera de organizarlos cronológicamente, no tendrían sentido, se interexcluyen, plantean situaciones que se contraponen pero es inevitable pensar que A y B son siempre las mismas personas, a veces el amor nunca llega y otras ya se va, unas veces no se soportan, otras son grandes amigos, a veces se cruzan en la calle sin reconocerse, o solo se sonríen.  En conjunto parecen sugerir la existencia de una historia difícil de narrar , una historia que es, tal vez, la integral de todas los posibles encuentros (potencialmente infinitos) de dos personas que se encuentran, se gustan. 

Sobre experiencias y ecuaciones.





La riqueza inagotable de la experiencia humana, esa que siempre escapará a la simplificación de las ecuaciones y modelos. 

miércoles, 18 de abril de 2012

¿Ventana o pasillo?



Nunca había viajado por easyjet (o creo que sí pero hace tanto que no me acordaba), y cual fue mi sorpresa que cuando al entrar al avión podía sentarme en donde yo quisiera. ¿En dónde quiera? Sí, señorita, en donde quiera. Conforme iba avanzando por los pasillos buscando lugar, note que las ventanas eran las que estaban más ocupadas. En el dilema de ventana o pasillo creo que yo ya lo tengo bastante decidido. En la ventana, puedes dormir mejor (según yo si te recargas contra la “pared”), puedes ver el paisaje ( muchas nubes casi siempre), siempre y cuando no estés dormido y puedes tomar la tradicional foto del ala del avión. Pero, y para mi esto es un gran pero, no puedes salir, no puedo evitar la sensación de sentirte medio atrapado, quiere ir al baño y mínimo tienes que despertar, mover o brincar a dos personas. Por eso ahora siempre escojo pasillo. Primero pensé en sentarme en una fila en la que ya estuvieran los otros dos ocupados, así ya sabía quienes iban a ser mis compañeros para el par de horas de viaje y no me tenía que parar si venía alguien más. Pero al final decidí sentarme en uno en el que solo estaba ocupada la ventana, dejando el de en medio vacío y esperando a que a todos los que llegaron después de mi les diera flojera pedirme que me levantara y al final se quedara vacío, y así fue.

En fin, venía yo cómodamente sentada en el vuelo de regreso de Madrid a Londres con mi asiento y medio (pues sí, el de en medio lo compartimos equitativamente yo y la de la ventana), terminando de leer las últimas páginas que guardé de Freedom, de Jonathan Franzen, lo terminé justo cuando el piloto anunciaba que estaba empezando el descenso, entre unas cuantas “lagrimas de cocodrilo” y moqueo de la emoción (del libro, no del aterrizaje, ni del fin de las vacaciones).

Es el tercer libro que leo de Franzen, A me lo recomendó mucho me decía que era mucho mejor al de The Corrections. L me dijo que no le gustó, o que no se comparaba con The Corrections. A mi, me entretuvo, pero finalmente creo que usa un poco la misma fórmula, la familia americana disfuncional, llena de secretos, mañas y estereotipos. Pero no cabe duda que tiene una gran habilidad para contar con humor lo que en realidad es una tragedia. Tragedy rewritten as a farce, como el mismo escribe en The Corrections. Si no fuera porque en el inter leí The discomfort zone, que es una especie de su autobiografía, no entendería su excesiva obsesión por los pájaros. Porque en la novela se la pasa la mitad del tiempo, hablando, planeando, describiendo, como Walter invierte todos sus esfuerzos en tratar de salvar a un pájaro, sí solo una especie, ¡un pájaro!

La trama va algo así, unos amigos, el nerd, el rockero, les gusta la misma chica deportista, a ella, le gusta el rockero, termina con el nerd. Crecen y todo se complica. Igual la recomiendo, disfruto la forma en la que Franzen cuenta la historia. En la que según creo trata de hasta donde llega nuestra libertad de hacer lo que queramos, y en el impacto que tiene en los demás cuando cruzas de un lado al otro, en de cómo diagramas de Venn, a veces es inevitable entrar al círculo del otro.  


Los dejo con las hojas que doblé.

She was like an imaginary friend who happened to be visible.

Based on her inability to recall her state of consciousness in her first three years at college, the autobiographer suspects she simply didn’t have a state of consciousness. She had the sensation of being awake but in fact she must have been sleepwalking.

…, because serious fans always need to feel uniquely connected to the object of their fandom; they jealously guard those points of connection, however tiny or imaginary, that justify the feeling of uniqueness.

The first minute of the workday reminds you of all the other minutes that a day consists of, and it is never good to think of minutes as individuals. Only after other minutes have joined the naked, lonely first minute does the day become more safely integrated in its dayness.

I admire your capacity for admiring.

But nothing disturbs the feeling of specialness like the presence of other human feeling identically special.

It was another state of emergency, it was no hour of  no day, it was desperate.

“What time is it now?”
“Two seventeen,” he marveled. It was the strangest time he’d seen in his entire life.

After all his great longing, which was infinite in scope, he was in bed with a particular finite girl who was very pretty and brilliant and committed but also messy and not kind of cook.

This is what you get with me. You knew that. I’m not like other girls. I’m a freak like you’re a freak , just in a different way. I made that clear, didn’t I? 

lunes, 16 de abril de 2012

Entre Cilantro y Perejil



Además de muchas otras cosas, aquí he aprendido a cocinar, todo empezó por necesidad, un libro de recetas y un riquísimo (más para haber sido el primero) risotto de brócoli y pimientos al limón. Pensé, ¿qué tan difícil puede ser seguir una receta?, compras todo lo que te dicen, lo mezclas en el orden que te dicen y esperas el tiempo indicado, mientras no te salgas del camino lo más probable es que te salga algo bastante bien. Y así empecé, siguiendo todo paso a paso, a veces no tenía idea ni que hierba era la que compraba, ¿dill es eneldo, ese que mi mamá le pone al salmón? o ¿Rosemary lo mismo que Romero? O no entendía porqué me pedían que le echara una cucharada de azúcar con soya a mi stir fry, pero igual lo hacía.  Poco a poco fui identificando los sabores, nombres, y que combinaba con que, hasta que empecé a experimentar un poco con las mezclas. El tomillo sabe riquísimo con pescado o pollo, el cebollino mezclado con crema o queso fresco, el cilantro le da un toque especial a las ensaladas y es perfecto para el ceviche, el perejil con las verduras, el romero con carne y risottos, y obviamente el eneldo (que finalmente sí era dill) con el Salmón.
Compré el frasco de comino el día que se me ocurrió hacer el “Quick Chicken Tagine” de Jamie Oliver, cuando leí la descripción en frasco me sorprendió ver que decía: Ideal para currys y Mexican Dishes. ¿Mexican Dishes? Según yo nunca lo había probado, pero al momento que identifiqué el sabor me dí cuenta que andaba en varias salsas por ahí. Y entonces el comino se volvió un viejo conocido, me dio gusto reconocerlo en Marruecos, aunque después me lo encontraba hasta en la sopa (literalmente). En lugar de sal y pimienta, siempre había sal, páprika y comino.
 Pero además de eso empezaron las fotos, que debo confesar que es la parte que más me gusta, acomodar los ingredientes, los colores, las composiciones y documentar el proceso paso a paso (hasta me ha hecho mejor cocinera, con tal de que salga bonito en la foto me pongo a partir todo en cuadritos chiquitos).  
 Ahora el libro de recetas ya quedó un poco abandonado, la mayoría ya fueron hechas dos veces; lo que descubrí fue un mundo de blogs de cocina, de mucha gente a la que como yo les gusta cocinar, compartir las recetas y tomar fotos, muchas fotos. Me acuerdo hace un par de años cuando A me decía que estaría bien que intentara cocinar, que buscara recetas en Internet, nunca lo hice. Ahora me paso horas viendo fotos y anotando recetas, planeando que es lo siguiente que voy a hacer.
El domingo A y yo fuimos caminando a Wivenhoe para comer Brunch (¿brunchear?) en el restaurante más lindo del pueblo. Nuestro plan original eran los blueberry pancakes, pero los cambiamos por unos riquísimos San Diego scramble eggs, con chorizo, pimientos, hongos y aguacate (¿cómo decir que no al aguacate?), acompañados de unas papas deliciosas, cuando las probé supe que tenían Romero.  Esto a penas empieza.

lunes, 9 de abril de 2012

5 minutos para tomar la foto



Esta entrada no es para platicarles de las fabulosas vacaciones que tuve con mis papás, tampoco sobre mis impresiones de Marruecos, ni del libro que terminé de leer en el viaje, ni de todas las tapas que comí, ni de que se siente tener 27 años ( todo eso ya vendrá después). Esta entrada está exclusivamente dedicada al tour, pues sí, por 10 días y 9 noches nos subimos al camión y dejamos que (aquí el nombre de la empresa de tours) nos paseara por Andalucía, nos mandara a Marruecos y nos regresara a Madrid.

No será mi forma favorita de viajar, pero las vacaciones en un tour “todo incluido” tienen su encanto, sus ventajas y desventajas. Podría parecer que son unas vacaciones del estilo pisa y corre pero al final sientes que conociste todo.  Pero a mi lo que me divierte de viajar en tour es observar el comportamiento de los diferentes miembros del grupo, los sociales, los antisociales, los que llegan tarde y los que van de lado a lado del camión tratando de tomar fotos, y de cómo va evolucionando la relación entre todos.

El 27 de marzo del 2012 a las 8:00 de la mañana (después de haber cumplido 27 años) nos subimos al camión, listos para dejarnos llevar. Lo primero, escoger el lugar para sentarte, ese lugar en el que de alguna manera (en teoría todos van a respetar) y va a ser en el que te quedes el resto del viaje. Los de hasta adelante ya estaban ocupados. En el grupo que salió de Madrid éramos relativamente pocos, así que el camión iba bastante vacío.  Yo venía leyendo Freedom de J. Franzen (pronto más de esto), pero no dejaba de pensar en Plataforma, de Houellebecq, y su divertida forma de contar (a través Michel (que bien podría ser él)) su experiencia en este tipo de turismo, y como va “perdiendo” sus oportunidades de integrarse al grupo.

Nosotros no éramos muchos, pero eso no quiere decir que no tuviéramos un poco de todo. Sentados hasta adelante, la familia de Alabama, la hija de 17 años que estaba en su spring break con sus papás, los tres acababan de descubrir el aceite de oliva y estaban encantados, cada cena se guardaban de postre el pan que sopeaban felizmente en el aceite, del grupo ellos fueron los únicos que no fueron a Marruecos. Después estaban las Australianas mamá e hija, que como buenas australianas venían viajando desde el primero de marzo, venían de Egipto y después de esto todavía pasaban a Atenas, para ellas Marruecos solo era parte del viaje. También estaba la señora Argentina que iba sola, con una maleta más chica que mi bolsa y con una cámara de rollo, comprando solo de uno en uno cada que se encontraba una tienda de souvenirs. Ella fue a la única a la que todos le huían.  La pareja de doctores retirados, de Oaxaca, que cuando supieron que era mi cumpleaños me calcularon 17 años. Y finalmente, Andrea, de Taxco, ella venía sola. A nosotros no sé como nos hayan visto los demás. En fin, estos éramos los que salimos de Madrid, rumbo a Córdoba, Sevilla, Ronda y terminamos en la Costa del Sol, conforme iban pasando los días cada vez éramos un poco más sociales, Andrea tuvo que huir de la señora Argentina que rápidamente la identificó como su posible compañera de viaje, los de Alabama hacían pequeños esfuerzos por practicar su español y los señores de Oaxaca llegaban cada vez menos tarde. Pero no fue hasta que cambiamos de tour que se empezó a formar el “equipo”, ya que te recogen un día a las 8:00 de la mañana (para variar) y te subes a un camión en el que la mayoría de los asientos ya están ocupados, todos vienen medio dormidos y no conoces a nadie.

La parte más caótica del viaje fue el cambio de tour y cruzar a Marruecos. La persona encargada de recogernos a todos en nuestro hotel, darnos nuestro boleto para el barco y explicarnos que iba a pasar cuando llegáramos a Tanger, nos dejó medio abandonados yo terminé subiendo al barco con un boleto que decía Omar, el ultimo en subir fue mi papá, el era el único que sabía que ya nos habíamos quedado solos, traía un sobre que tenía que entregar al nuevo guía en Marruecos, Navil (y al que todos le decían David). En el barco había una fila que recorría todo un pasillo, al final de la fila sentados en un asiento cualquiera con una mesa provisional y una laptop estaban lo que parecían dos oficiales de migración sellando pasaportes, nadie nos había dicho que hacer pero creímos que seguramente era necesario formarnos y sellar nuestro pasaporte (más sobre esto adelante). Finalmente llegamos y salimos del barco, nadie estaba seguro hacia donde ir, tampoco reconocíamos a nadie más del tour (fuera de los que venían con nosotros desde Madrid que ya fueron presentados) y menos quien era nuestro guía, hasta que nos fuimos juntando poco a poco, mi papá entregó el sobre y nos subieron a otro camión.

Después de haber sido estafados en un restaurante con una comida casi obligatoria de 130 Dh, y todo un día de viaje en camión nos fuimos identificando entre los demás miembros del “nuevo” grupo, el cual no era menos interesante que el que ya traíamos, había de todo, la enferma, la doctora, los despistados, las que traían muchas maletas, y muchas argentinas. Estaban las de Chicago, un grupo de 6 mujeres, la Abuela, la Mamá, dos hijas, la hermana y la cuñada, originalmente de Palestina, nos compartieron un poco más de su cultura, nos enseñaron a bailar, todas las mañanas nos saludaban con un “es shalaam alleykum”, me pintaron la mano con henna (mientras el camión iba por una carretera libre así que ya se imaginarán como quedó). También estaba la señora panameña con su nuevo novio Danés, alrededor de los 70 años, ella siempre vestida pegadita y con esas bolsas negras con letras blancas que dicen: “Dinamarca Dinamarca Dinamarca” ( o el país en el que se compre en souvenir). Una pareja de argentinos que habían llegado en barco desde argentina, 6 días de puro mar. El venezolano con su mamá, ninguno de los dos rebasaba los 1.50 pero a el le gustaba vestirse con playeras pegaditas y escotadas y presumir (¿?) su cuerpo de galán de gimnasio, todo un reto tratar de que no saliera de fondo en las fotos con sus playeras fosforescentes. La pareja de uruguayos festejando su aniversario de casados, que trataban de escaparse del tour cada que podían. Unas hermanas (¿setentonas?) argentinas igualitas, con el pero güero y chino esponjado justo a la altura del cuello, que no perdieron la cabeza porque ahí la traían. Los americanos a los que se les había perdido su maleta, llegó el último día ya que íbamos de regreso a España. El historiador y su esposa que se enfermó de gripa y no pudo conocer Fez.  Una argentina recién operada de la rodilla a la cual su hija le prometió que ella le cargaba hasta un banquito en su mochila si se iban de vacaciones y ahí estaban, y ahí traía el banquito. Las amigas arquitectas (también argentinas) que están estudiando en Barcelona y sus mamás vinieron a visitarlas, una de ellas me enseñó a regatear. Y por último no podían faltar los indocumentados, una pareja de Argentinos ella psicóloga y el financiero a los que nunca se les ocurrió formarse en la fila para sellar su pasaporte, entraron a Marruecos sin que nadie supiera, lo interesante fue cuando intentaron salir.

En fin, los que empezamos sin hablarnos ese viernes todos medio dormidos en la mañana, después de horas de ir juntos en el camión, cenas en grupo y paseos a toda velocidad en las Medinas, pedir que te tomaran fotos,  solo 5 días después el cruce de la frontera fue muy diferente. Ahora todos nos conocíamos y contábamos para que no se quedara nadie del grupo, todos íbamos platicando, nos ayudábamos con las maletas (ay sí que cursi jeje), intercambiamos correos para mandar las fotos, “súbelas a Facebook” decían todos.

Siguiente parada, 5 minutos para tomar la foto (he intentar esquivar a los otros 30 del tour que quieren hacer lo mismo que tú). Me encantaron mis vacaciones, las sigo disfrutando. 

domingo, 8 de abril de 2012