domingo, 30 de octubre de 2011

Esta semana

Empecé corriendo, me cansé menos que la semana pasada y el camino cada vez se me hace más familiar, sigo teniendo cuidado en las curvas peligrosas, poco a poco me acostumbro a correr pegada al lado izquierdo.

Me compré un libro de recetas de cocina, hice noodles de hongos y un rissoto de calabaza con queso gorgonzola, no se me quemó el arroz y logre partir la calabaza con mi cuchillo de una libra, así que para mi fue todo un éxito.

Fui a la audición de las clases de Jazz para ver si quedaba en el squad de competencias, no lo logré me perdí entre piruetas y Jazz hands, me divertí, voy a seguir bailando al ritmo de Rihana y Katy Perry de cualquier forma.

Me saqué un diez. Ecuaciones diferenciales ordinarias.

Fui a mi primera clase de yoga aquí, no se compara con la que tomaba en el centro budista, hicimos un saludo al sol.

Viaje en tren a un pueblo en la costa de Inglaterra, Southend on the sea, fui a Chinnery’s vi a los Horrors, los vi muy de cerca, los vi con sus papás y sus amigos. Salimos corriendo para no perder el último tren que nos sacaba de ese pueblo, fue más largo el camino que el tiempo que los vimos tocar, valió la pena cada minuto invertido.

Exploré el pueblo, hay lugares muy lindos, solo tengo que cambiar mi horario, tengo que tomar té antes de las 5 de la tarde, si quiero cenar tiene que ser antes de las 9, tomar algo antes de las 12, y debo de encontrar algún lugar en el que pueda bailar.

Me gusta.

domingo, 23 de octubre de 2011

A mi me gusta andar de pelo suelto.

Aunque sea obvio, esta entrada está especialmente dedicada con mucho cariño a mi papá.

Desde que era niña me acuerdo que me llamaba la atención que mi papá siempre se secara el pelo después de bañar, yo no lo hacía porque me daba flojera y siempre me hacía la cola de caballo con el pelo empapado. Para mi secarse el pelo con una secadora era equivalente a algo que solo se hacía en alguna ocasión especial, como cuando me cortaban el pelo o me iba a una fiesta. El escuchar la secadora de pelo de mi papá (puntualmente) todas las mañanas, se volvió parte clave de mis días, a veces solo para saber que ya estaba despierto, otras para saber que me quedaban 5 minutos más en la cama y una que otra vez me salvó de no llegar tarde al trabajo.

Cuando mi papá tenía mi edad (más o menos) se vino unos meses a Londres a estudiar, creo a lo mejor una de las razones por las que yo tenía tantas ganas de venirme a estudiar/vivir/trabajar o lo que fuera acá, era por todas las anécdotas y cosas que nos contaba. Los lugares que visitaba, la música, el clima (y el mal clima), el llegar con todo tu equipaje y tener que cargarlo dos cuadras, las costumbre de los ingles con los que convivía, etc. Creo que fue cuando llegó a Londres, que la señora que le rentaba el cuarto le dio una secadora de pelo, para que no saliera con el pelo mojado al frío. Pues las costumbres siguen siendo las mismas, uno de mis compañeros de Flat, es un típico Londinense, tiene el pelo muy corto pero lo primero que vi cuando me asomé a su escritorio es que tenía una secadora de pelo que acababa de usar.

Desde hace un mas o menos dos años, mi look es andar de pelo suelto, tengo suerte porque soy extremadamente lacia, así que puedo salir en las mañanas con el pelo empapado y conforme va pasando el día después de un par de horas está completamente seco y lacio, sin tener que hacer nada. A pesar de que aquí empezaba a hacer un poco más de frío, yo seguía saliendo con mi pelo mojado como si nada, prefería esos 5 minutos más en la cama o el poder desayunar mi cereal en mi cuarto antes de irme. La semana pasada, uno de mis compañeros de clase no se decidía si iba ir al gimnasio después, porque se quería bañar, pero quería saber si había secadora de pelo, no puede evitar sorprenderme y reírme un poco, ya que tiene el pelo con un corte casi estilo militar que si acaso llega al medio centímetro de largo pero en fin. Ahí fue cuando me dí cuenta que era indispensable el uso de la secadora si no quería acabar aquí con pulmonía.

Ahora yo también me seco el pelo.



Te quiero Pa.

martes, 18 de octubre de 2011

Sobre ceder el paso.

¿Cuáles son las reglas de tránsito en un camino de escaso un metro de ancho, utilizado por corredores y ciclistas en ambos sentidos? Como saben, a diferencia de la mayoría, en Inglaterra manejan del lado contrario, el volante está del lado derecho y en las calles normalmente hay señalamientos para ayudar a los despistados del resto del mundo con un “Look Right” o “Look Left”. Nunca me lo había preguntado hasta ahora, si esas reglas de tránsito aplicaban solo para los coches o si ahora también me tenía que volver zurda para caminar.

Atrás de las residencias en donde vivo, hay un camino que veo desde mi ventana, en el que siempre hay gente andando en bici, caminando o corriendo. El camino te lleva a Wivenhoe (un pueblo cerca de mi pueblo), es una vereda de a lo mucho un metro de ancho y la ida y vuelta son como 6 kilómetros. Solo he corrido dos veces, la semana pasada fue cuando decidí experimentar, me di cuenta que no sabía hacia que lado hacerme, sentía que estorbaba o que iba en el lado equivocado, igual cuando me encontraba a alguien que venía de frente, mis reflejos me movían hacia la derecha pero al parecer el de ellos a la izquierda. Aunque a todo esto hay que agregarle el factor, de que yo no soy la única intrusa que viene de afuera de la isla, si no que las residencias están llenas de estudiantes de todos los países , así que antes de saber hacia donde brincar, primero debes de identificar la nacionalidad de tu contrincante. Algo parecido a la vida como diría G. En fin ayer casi choco con un ciclista en una curva peligrosa llena de árboles, nadie salió herido.

Hoy regresé al gimnasio, mis brazos no soportan más de 10 libras.

jueves, 6 de octubre de 2011

Ch ch changes

No todos los japoneses conocen a Murakami, ni todos los ingleses son Indie , son de las cosas que me he dado cuenta esta semana. He conocido a personas de todos lados, una inglesa fanática de los cristales, un turco con un inglés perfecto y que parece sacado de salvados por la campana, una noruega que cambia de personalidad con una gota de vodka, un londinense que cree que le cae mal a todo mundo y que todo el tiempo está “home sick” (y yo que siento que estoy más cerca de Londres que nunca), esos son algunos de mis nuevos amigos, ninguno de ellos estudia conmigo nos hemos ido conociendo como en una Cadena de Markov de caminata aleatoria.

Te empieza a caer el veinte del cambio en el que estás con pequeños detalles, como cuando estás comprando los platos en los que vas a comer, primero piensas en los más baratos, hasta desechables si es posible, pero luego te das cuenta que son los platos en los que vas a estar comiendo un año, no quieres unos platos cualquiera, no es algo tan provisional. Para decorar mi cuarto por fin tengo ese póster de David Bowie que siempre había querido (espero poderle hacer un lugar en mi maleta de regreso), y ahora lo veo todos los días.

Mañana empiezo clases, después de casi cuatro años de no estar en un salón, estoy emocionada, ya tengo plumas de todos colores. También extraño un poco (después de solo 3 semanas de ocio) el tener una rutina, que mis pendientes no tengan nada que ver con sacar/cancelar cuentas de banco y teléfonos celulares. Ya estoy inscrita al gimnasio, mañana voy a clases de Piloga (sí es lo que imaginan, una mezcla entre Pilates y Yoga) y también es mi primera clase de Jazz.

Tengo una nueva compañera de cuarto, una enredadera para hacerme compañía, se llama Midori ( lo acabo de inventar mientras escribo pero le queda perfecto porque obviamente es verde).

Entro a mi cuarto y huele rico, hoy lave mi ropa.

Ambulante

Después de meses de estar esperando, y luego de semanas de querer tratar de detener un poco el tiempo finalmente estoy aquí. Empieza a caerme el veinte de que voy a estar un año aquí, aunque me cuesta trabajo saber en donde estoy y que voy a hacer aquí. Esta semana he estado viviendo entre los dos horarios en las noches no puedo dormir y en las mañanas no puedo levantarme, tengo que acomodarlo.

Es cierto que el tiempo a veces transcurre de manera irregular, esta semana ha sido más larga de lo normal, sobre todo los días, creo que es porque estoy viviendo días de 24 horas, en donde todo es nuevo hago mucho y no hago nada a la vez, aún no tengo ninguna rutina y tengo muchos pendientes. De pronto me di cuenta de que estaba atrapada en una especie de paradoja del estilo el huevo y la gallina. Quería inscribirme al gimnasio, comprar el pase anual de los camiones, sacar mi teléfono, abrir una cuenta de banco y registrarme. No puedes tener celular si no tienes una cuenta de banco, para sacar la cuenta de banco te piden tener un celular, no puedes comprar el pase de camiones con descuento hasta que no tengas tu credencial de estudiantes, no te dan tu credencial hasta que no te registras, no puedes inscribirte al gimnasio hasta que no estés registrado y no puedes registrarte antes de la fecha que te asignan según tu nacionalidad y departamento, lo cual es exactamente en 30 minutos. Finalmente se va a empezar a desenredar el nudo. Ya encontré clases de Yoga.


No hace frío, hay mucho viento, es la primera vez que siento la necesidad de ponerme crema en las manos.