sábado, 4 de junio de 2011

Hasta los Amantes Estornudan

“Sentada y contemplándose las manos, nuevamente estirado y alisado el bajo de la falda , era la viva imagen de la perfección. Pero he aquí que para desdicha suya, tras haber logrado estar impecable, un prurito en la nariz la advirtió de un inminente estornudo. Ahora vuelvo, dijo levantándose como un rayo, y salió al escape, olvidando sus caderas.”


Ella es Ariane, en uno de los primeros encuentros que tiene con Solal, su nuevo y joven amante, en Bella del Señor, de Albert Cohen, una especie de Madame Bovary. Tratando de escapar de hacer el ridículo, de demostrarse mundana ante Solal, su amante, ignorando que él desde abajo había escuchado todo y simplemente la ignora. Eran los comienzos de su alocado romance, los dos tratando de interpretar su papel a la perfección, su papel en este teatro de amor que estaban montando. Una obra que mas tarde acabaría, ya que su amor en el exilio no tenía un escenario para presentarse o mas bien un público que los admirase, lo que terminó por aburrirlos.





Estornudar, una acción tan natural a la que quizás la mayoría de las veces no le damos tanta importancia. Sin embargo a lo largo de esta novela tiene este detalle en el que se puede apreciar como cambia la concepción de esta incomoda actividad según los sentimientos que se tienen hacia esa persona. ¿Por qué no estornudar?, pues nada mas y nada menos porque esta acción tan humana de arrojar con violencia el aire de los pulmones repentinamente, atenta contra la belleza. Y para este par de guapos su atracción física era lo que había iniciado su “amor” y lo único que tenían. Pero es esta misma belleza la que una vez que viven solos en su afán por seguir con su papel de amantes perfectos se vuelve falsa y ridícula.





La principal diferencia entre un esposo y un amante, es que se tiene al segundo para escapar de la rutina que se vive con el primero, el cual estornuda, está desarreglado en las mañanas, va al baño y a veces hasta huele feo. Para salir de ese aburrimiento, llega el amante el cual está siempre cual Adonis y no se le ve en las mañanas cuando se acaba de levantar. Pero el ritmo de su vida amorosa en soledad los llevó a caer a otra rutina, y a una más cansada porque tenían que estar actuando infatigablemente en su papel de amantes, siempre hermosos y constantemente deseándose, condenados a una vida de pasión, como lo decía Solal. Tenían dos cuartos de baño para que ninguno de los dos se enterara cuando el otro iba al baño a hacer sus necesidades, “hasta el rey y la reina hacen sus necesidades y yo igual, mi marido se enteraba cuando yo iba y nos queríamos igual” pensaba la sirvienta, único testigo de su ridiculez.





Después de tres meses solos, en compañía de su amor, hablando de amor y haciendo rutinariamente el amor empezaron a surgir las señales de este aburrimiento, el primero en darse cuenta fue Solal, o quizás Ariane también se aburría pero ella quería ser la amante ideal y no se salía de su papel. Y fue entonces cuando a Solal le empezaron a molestar detalles que antes hacía que no escuchaba o que simplemente ignoraba.





Se daba cuenta de que la quería cada vez más, cada vez le daba más ternura, sus ridiculeces ahora le parecían cómicas, y sin embargo la deseaba cada vez menos. “Se sonaba con demasiada nobleza, y resultaba irritante. Vamos, vacíate ya, le murmuraba él para sus adentros”. Para entonces ya no se hacía el que no se daba cuenta, sino que le molestaba cada vez más todo lo que ella hacía para tratar de seguir siendo la amante perfecta, para esconder sus ganas de estornudar o de sonarse fuerte. La solución hubiera sido dejar de actuar, relajarse un poco, ser amigos y no esposos porque el esposo traía malos recuerdos. Pero hubieran dejado de ser amantes no estaban dispuestos a eso.





Finalmente, él cree haber encontrado una solución, hacerse el loco, fingir que ella es la reina y su madre y pensaba: “… a una madre que estornuda se suena borborigmea o incluso que le huele el aliento se la adora igual si igual y hasta más si estornuda agradablemente”. Cada vez le tenía mas cariño y ya se había cansado de interpretar su papel de galán, la quería ver estornudar y querer igual , sin embargo esto no podía pasar si eran amantes, o al menos eso pensaba él, por eso él la quería ver ahora como su mamá. Sin poder seguir viviendo de ese modo pero negados a dejar de ser amantes encuentran como única solución el suicidio.





Se cansaron de actuar, de tener que aguantarse el estornudo, este que llega tan imprevisto y puede llegar a ser tan liberador.

1 comentario:

  1. La analogía de los instantes. De un minuto que puede reflejar una vida. De un amor que se derrumba con la acumulación de segundos a través de los años. Bueno, si se le puede llamar amor... Obsesiones y máscaras. Muerte imperturbable. Gracias por compartir estas letras. Me gusta tu estilo.

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