Nunca
había viajado por easyjet (o creo que sí pero hace tanto que no me acordaba), y
cual fue mi sorpresa que cuando al entrar al avión podía sentarme en donde yo
quisiera. ¿En dónde quiera? Sí, señorita, en donde quiera. Conforme iba
avanzando por los pasillos buscando lugar, note que las ventanas eran las que estaban
más ocupadas. En el dilema de ventana o pasillo creo que yo ya lo tengo
bastante decidido. En la ventana, puedes dormir mejor (según yo si te recargas
contra la “pared”), puedes ver el paisaje ( muchas nubes casi siempre), siempre
y cuando no estés dormido y puedes tomar la tradicional foto del ala del avión.
Pero, y para mi esto es un gran pero, no puedes salir, no puedo evitar la
sensación de sentirte medio atrapado, quiere ir al baño y mínimo tienes que
despertar, mover o brincar a dos personas. Por eso ahora siempre escojo
pasillo. Primero pensé en sentarme en una fila en la que ya estuvieran los
otros dos ocupados, así ya sabía quienes iban a ser mis compañeros para el par
de horas de viaje y no me tenía que parar si venía alguien más. Pero al final
decidí sentarme en uno en el que solo estaba ocupada la ventana, dejando el de
en medio vacío y esperando a que a todos los que llegaron después de mi les diera
flojera pedirme que me levantara y al final se quedara vacío, y así fue.
En fin,
venía yo cómodamente sentada en el vuelo de regreso de Madrid a Londres con mi
asiento y medio (pues sí, el de en medio lo compartimos equitativamente yo y la
de la ventana), terminando de leer las últimas páginas que guardé de Freedom,
de Jonathan Franzen, lo terminé justo cuando el piloto anunciaba que estaba
empezando el descenso, entre unas cuantas “lagrimas de cocodrilo” y moqueo de
la emoción (del libro, no del aterrizaje, ni del fin de las vacaciones).
Es el
tercer libro que leo de Franzen, A me lo recomendó mucho me decía que era mucho
mejor al de The Corrections. L me dijo que no le gustó, o que no se comparaba
con The Corrections. A mi, me entretuvo, pero finalmente creo que usa un poco
la misma fórmula, la familia americana disfuncional, llena de secretos, mañas y estereotipos.
Pero no cabe duda que tiene una gran habilidad para contar con humor lo que en
realidad es una tragedia. Tragedy rewritten as a farce, como el mismo escribe
en The Corrections. Si no fuera porque en el inter leí The discomfort zone, que
es una especie de su autobiografía, no entendería su excesiva obsesión por los
pájaros. Porque en la novela se la pasa la mitad del tiempo, hablando,
planeando, describiendo, como Walter invierte todos sus esfuerzos en tratar de
salvar a un pájaro, sí solo una especie, ¡un pájaro!
La
trama va algo así, unos amigos, el nerd, el rockero, les gusta la misma chica
deportista, a ella, le gusta el rockero, termina con el nerd. Crecen y todo se
complica. Igual la recomiendo, disfruto la forma en la que Franzen cuenta la
historia. En la que según creo trata de hasta donde llega nuestra libertad de
hacer lo que queramos, y en el impacto que tiene en los demás cuando cruzas de
un lado al otro, en de cómo diagramas de Venn, a veces es inevitable entrar al
círculo del otro.
Los dejo con las hojas que doblé.
She was like an imaginary friend who happened to be visible.
Based on her inability to recall her state of consciousness
in her first three years at college, the autobiographer suspects she simply
didn’t have a state of consciousness. She had the sensation of being awake but
in fact she must have been sleepwalking.
…, because serious fans always need to feel uniquely
connected to the object of their fandom; they jealously guard those points of
connection, however tiny or imaginary, that justify the feeling of uniqueness.
The first minute of the workday reminds you of all the other
minutes that a day consists of, and it is never good to think of minutes as
individuals. Only after other minutes have joined the naked, lonely first
minute does the day become more safely integrated in its dayness.
I admire your capacity for admiring.
But nothing disturbs the feeling of specialness like the
presence of other human feeling identically special.
It was another state of emergency, it was no hour of no day, it was desperate.
“What time is it now?”
“Two seventeen,” he marveled. It was the strangest time he’d
seen in his entire life.
After all his great longing, which was infinite in scope, he
was in bed with a particular finite girl who was very pretty and brilliant and
committed but also messy and not kind of cook.
This is what you get with me. You knew that. I’m not like
other girls. I’m a freak like you’re a freak , just in a different way. I made
that clear, didn’t I?
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