Esta
entrada no es para platicarles de las fabulosas vacaciones que tuve con mis papás,
tampoco sobre mis impresiones de Marruecos, ni del libro que terminé de leer en
el viaje, ni de todas las tapas que comí, ni de que se siente tener 27 años (
todo eso ya vendrá después). Esta entrada está exclusivamente dedicada al tour,
pues sí, por 10 días y 9 noches nos subimos al camión y dejamos que (aquí el
nombre de la empresa de tours) nos paseara por Andalucía, nos mandara a Marruecos
y nos regresara a Madrid.
No será
mi forma favorita de viajar, pero las vacaciones en un tour “todo incluido”
tienen su encanto, sus ventajas y desventajas. Podría parecer que son unas
vacaciones del estilo pisa y corre pero al final sientes que conociste todo. Pero a mi lo que me divierte de viajar
en tour es observar el comportamiento de los diferentes miembros del grupo, los
sociales, los antisociales, los que llegan tarde y los que van de lado a lado
del camión tratando de tomar fotos, y de cómo va evolucionando la relación
entre todos.
El 27
de marzo del 2012 a las 8:00 de la mañana (después de haber cumplido 27 años)
nos subimos al camión, listos para dejarnos llevar. Lo primero, escoger el
lugar para sentarte, ese lugar en el que de alguna manera (en teoría todos van
a respetar) y va a ser en el que te quedes el resto del viaje. Los de hasta
adelante ya estaban ocupados. En el grupo que salió de Madrid éramos
relativamente pocos, así que el camión iba bastante vacío. Yo venía leyendo Freedom de J. Franzen
(pronto más de esto), pero no dejaba de pensar en Plataforma, de Houellebecq, y
su divertida forma de contar (a través Michel (que bien podría ser él)) su
experiencia en este tipo de turismo, y como va “perdiendo” sus oportunidades de
integrarse al grupo.
Nosotros
no éramos muchos, pero eso no quiere decir que no tuviéramos un poco de todo. Sentados
hasta adelante, la familia de Alabama, la hija de 17 años que estaba en su
spring break con sus papás, los tres acababan de descubrir el aceite de oliva y
estaban encantados, cada cena se guardaban de postre el pan que sopeaban
felizmente en el aceite, del grupo ellos fueron los únicos que no fueron a
Marruecos. Después estaban las Australianas mamá e hija, que como buenas
australianas venían viajando desde el primero de marzo, venían de Egipto y
después de esto todavía pasaban a Atenas, para ellas Marruecos solo era parte
del viaje. También estaba la señora Argentina que iba sola, con una maleta más
chica que mi bolsa y con una cámara de rollo, comprando solo de uno en uno cada
que se encontraba una tienda de souvenirs. Ella fue a la única a la que todos
le huían. La pareja de doctores
retirados, de Oaxaca, que cuando supieron que era mi cumpleaños me calcularon
17 años. Y finalmente, Andrea, de Taxco, ella venía sola. A nosotros no sé como
nos hayan visto los demás. En fin, estos éramos los que salimos de Madrid,
rumbo a Córdoba, Sevilla, Ronda y terminamos en la Costa del Sol, conforme iban
pasando los días cada vez éramos un poco más sociales, Andrea tuvo que huir de
la señora Argentina que rápidamente la identificó como su posible compañera de
viaje, los de Alabama hacían pequeños esfuerzos por practicar su español y los
señores de Oaxaca llegaban cada vez menos tarde. Pero no fue hasta que cambiamos
de tour que se empezó a formar el “equipo”, ya que te recogen un día a las 8:00
de la mañana (para variar) y te subes a un camión en el que la mayoría de los
asientos ya están ocupados, todos vienen medio dormidos y no conoces a nadie.
La
parte más caótica del viaje fue el cambio de tour y cruzar a Marruecos. La
persona encargada de recogernos a todos en nuestro hotel, darnos nuestro boleto
para el barco y explicarnos que iba a pasar cuando llegáramos a Tanger, nos
dejó medio abandonados yo terminé subiendo al barco con un boleto que decía
Omar, el ultimo en subir fue mi papá, el era el único que sabía que ya nos
habíamos quedado solos, traía un sobre que tenía que entregar al nuevo guía en
Marruecos, Navil (y al que todos le decían David). En el barco había una fila
que recorría todo un pasillo, al final de la fila sentados en un asiento
cualquiera con una mesa provisional y una laptop estaban lo que parecían dos
oficiales de migración sellando pasaportes, nadie nos había dicho que hacer
pero creímos que seguramente era necesario formarnos y sellar nuestro pasaporte
(más sobre esto adelante). Finalmente llegamos y salimos del barco, nadie
estaba seguro hacia donde ir, tampoco reconocíamos a nadie más del tour (fuera
de los que venían con nosotros desde Madrid que ya fueron presentados) y menos
quien era nuestro guía, hasta que nos fuimos juntando poco a poco, mi papá
entregó el sobre y nos subieron a otro camión.
Después
de haber sido estafados en un restaurante con una comida casi obligatoria de 130
Dh, y todo un día de viaje en camión nos fuimos identificando entre los demás
miembros del “nuevo” grupo, el cual no era menos interesante que el que ya
traíamos, había de todo, la enferma, la doctora, los despistados, las que
traían muchas maletas, y muchas argentinas. Estaban las de Chicago, un grupo de
6 mujeres, la Abuela, la Mamá, dos hijas, la hermana y la cuñada, originalmente
de Palestina, nos compartieron un poco más de su cultura, nos enseñaron a
bailar, todas las mañanas nos saludaban con un “es shalaam alleykum”, me
pintaron la mano con henna (mientras el camión iba por una carretera libre así
que ya se imaginarán como quedó). También estaba la señora panameña con su
nuevo novio Danés, alrededor de los 70 años, ella siempre vestida pegadita y con
esas bolsas negras con letras blancas que dicen: “Dinamarca Dinamarca
Dinamarca” ( o el país en el que se compre en souvenir). Una pareja de
argentinos que habían llegado en barco desde argentina, 6 días de puro mar. El
venezolano con su mamá, ninguno de los dos rebasaba los 1.50 pero a el le
gustaba vestirse con playeras pegaditas y escotadas y presumir (¿?) su cuerpo
de galán de gimnasio, todo un reto tratar de que no saliera de fondo en las
fotos con sus playeras fosforescentes. La pareja de uruguayos festejando su aniversario
de casados, que trataban de escaparse del tour cada que podían. Unas hermanas
(¿setentonas?) argentinas igualitas, con el pero güero y chino esponjado justo
a la altura del cuello, que no perdieron la cabeza porque ahí la traían. Los
americanos a los que se les había perdido su maleta, llegó el último día ya que
íbamos de regreso a España. El historiador y su esposa que se enfermó de gripa
y no pudo conocer Fez. Una
argentina recién operada de la rodilla a la cual su hija le prometió que ella
le cargaba hasta un banquito en su mochila si se iban de vacaciones y ahí
estaban, y ahí traía el banquito. Las amigas arquitectas (también argentinas)
que están estudiando en Barcelona y sus mamás vinieron a visitarlas, una de
ellas me enseñó a regatear. Y por último no podían faltar los indocumentados, una
pareja de Argentinos ella psicóloga y el financiero a los que nunca se les
ocurrió formarse en la fila para sellar su pasaporte, entraron a Marruecos sin
que nadie supiera, lo interesante fue cuando intentaron salir.
En fin,
los que empezamos sin hablarnos ese viernes todos medio dormidos en la mañana, después
de horas de ir juntos en el camión, cenas en grupo y paseos a toda velocidad en
las Medinas, pedir que te tomaran fotos, solo 5 días después el cruce de la frontera fue muy diferente.
Ahora todos nos conocíamos y contábamos para que no se quedara nadie del grupo,
todos íbamos platicando, nos ayudábamos con las maletas (ay sí que cursi jeje),
intercambiamos correos para mandar las fotos, “súbelas a Facebook” decían
todos.
Siguiente
parada, 5 minutos para tomar la foto (he intentar esquivar a los otros 30 del
tour que quieren hacer lo mismo que tú). Me encantaron mis vacaciones, las sigo
disfrutando.