viernes, 16 de septiembre de 2011

Al inifinito y más allá.


Hace poco empecé a pensar un poco más sobre el infinito, en las clases de cálculo y análisis matemático era un concepto recurrente pero en ese momento no lo analicé tanto, lo di por hecho. Infinito era simplemente algo equivalente a una mezcla entre “muchísimo” y “sin fin”. Fue F el que me volvió a meter la idea en la cabeza (así como en inception), y entonces lo empecé a analizar más concienzudamente y poco a poco me he ido metiendo en el loop.

Antes que nada, ¿qué es infinito?, un conjunto se considera infinito si un subconjunto del mismo es del mismo tamaño que el conjunto completo. Por ejemplo, el conjunto de los números naturales, 1, 2, 3, …, n y ahora tomemos como subconjunto a todos los números pares 2,4, 6, …2n. A pesar de que lo primero que se te viene a la mente es el pensar que el segundo es exactamente la mitad del primero, se puede demostrar que son justo del mismo tamaño, hasta infinito. O el hecho de pensar que entre el 0 y 1 hay tantos números como en toda la recta de los reales.

Un sábado después de la Lonja Mercantil, caminaba de regreso a mi coche y me moría de ganas de ir al baño (me había tomado una cerveza). Así que decidí entrar al Péndulo, pero para despistar según yo me puse a ver libros, en eso me encontré sin querer (porque no sabía ni de su existencia) un libro que había escrito David Foster Wallace sobre el infinito: “Everything and More, A compact history of infinity”. Foster Wallace me gusta mucho y el infinito empezaba a aparecerse en todas partes así que lo cogí, lo pagué, ¡ah claro! fui al baño y me fui.

Todavía no llego ni a la mitad del libro pero me fascina lo que voy leyendo, también creo que es una buena forma de volver a acercarme un poco a lo abstracto de las matemáticas ahora que voy a regresar a estudiar. En el libro, Foster Wallace trata de llevarnos de la mano por el camino para entender el concepto del infinito, algo que llevó a varios matemáticos a la locura por tratar de entenderlo. Se pregunta qué será primero, sí el hecho de tratar de entender al infinito los lleva a la locura o más bien las personas que tienen tendencia a volverse locas son las que empiezan a tratar de entender el infinito. El huevo o la gallina.

Según como vaya avanzando espero poder ir compartiendo más al respecto. Pero por lo pronto solo los dejo con la Paradoja de Zeno, que me dejó pensando un rato y me gusta.

Suponiendo que quieres cruzar la calle, ¿Cómo llegar de A a B?


  1. Para poder cruzar el intervalo que va de A a B, primero tienes que llegar a la mitad, y para llegar a la mitad debes de llegas a la mitad de la mitad y dicho matemáticamente debes de recorrer todos los subintervalos AB/2^n dónde n=1, 2, 3,…
  2. Claramente hay un número infinito de dichos intervalos.
  3. Es imposible cruzar un número infinito de intervalos en un intervalo de tiempo finito.
  4. Por lo tanto es imposible cruzar de A a B.

¡Pero si todos hemos logrado cruzar la calle!

Al final, resulta que en algunos casos la suma de una serie infinita converge a un número finito, en este caso se trata de la suma de una serie geométrica que simplemente converge a 1. Tengo que seguir estudiando, pronto escribo más.

Cantor se volvió loco tratando de entender el concepto del infinito, en cambio Buzz Lightyear no solo sabe como llegar si no que él va más allá.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Sobre tener un plan.

En febrero recibí la carta de aceptación a la maestría, desde mayo empecé a avisar en el trabajo que me iba, desde junio ya tengo donde voy a vivir. En julio finalmente le dije al jefe jefe. Es algo que llevaba planeando mucho tiempo, desde que empecé a trabajar (hace 3 años y medio) religiosamente ahorré la mitad de mi sueldo “para la maestría” todavía no sabía exactamente dónde o de qué , pero sabía que quería irme, Londres y Nueva York siempre fueron mis primeros lugares. Y así pasó el tiempo, 3 años que han sido un remolino (o más bien un sube y baja o yo que sé), tres años en los que me he perdido, escondido y encontrado, y ahora sí llegó la hora de irme.

Toda la primera mitad del año, y a lo mejor un poco más me dediqué de decir que ya me iba, se convirtió en parte de mi tarjeta de presentación, “Hola soy Jimena, en __ meses me voy a Essex”. Pero también fue justo a partir de que sabía que me iba que empecé a disfrutar muchísimo todo, dejé de perderme cosas y empecé a hacer lo que se me daba la gana.

Hace dos semanas regresé de Alaska, unas vacaciones en las que me dediqué a contemplar al mar mientras escuchaba ese disco de Bon Iver que me hipnotizó. Y fue ahí en medio del mar rumbo al lugar más lejano al que yo había llegado (pensando de sur a norte) que me “cayó el veinte”, me iba, esa cuenta regresiva que traía prendida desde hace tanto tiempo finalmente se empezaba a acercar al limite. Cuando regresara el tiempo ya no se iba a poder contar en meses, tenía que cambiar mi unidad de medición, pasar a los días y decidí apagar el reloj dejar de ver el calendario, a veces solo de reojo para que no se me vaya a pasar nada.

Se terminó mi Moleskine (además) que me acompaño en todas estas pato-aventuras, y ahora que saqué la nueva que llevaba al menos más de un año guardada empezada a ser usada, lo primero que iba a ser era una lista de cosas por hacer, cosas por no olvidar (la mayoría no son divertidas pero no quiero que se me olvide):

- Cancelar tarjeta.

- Cambiar de cuenta

- Revisar seguro del coche

- Tintorería

- Ir al dentista

- Tomar fotos

- Fiesta de despedida

- Hacerme el tatuaje

- Cambiar de plan


Aquí se termina mi plan. Estoy emocionada.

Fue un buen fin de semana, comí mucho, dormí más, hablé con trabajos y bailé un poco.